1. El último horizonte no es la muerte, sino el silencio, o en términos presocráticos, el no-ser. En términos musicales, los últimos compases de una simfonía y su final, más o menos artificioso, no son la última frontera de la música, sino el silencio, la ausencia de música. Lo que quiero decir es que, de hecho, tras una simfonía puede venir otra, la música en sí no desaparece -no se termina- cuando el público aplaude y se va a casa.
2. Sin embargo, este último horizonte silencioso que se cierne sobre todos nosotros, sobre nuestro ser un diálogo -como dijo Rilke-, no es, de hecho, solamente un vacío sino que se revela fecundo. Es del silencio, de donde se parte, para ejecutar los primeros compases de una simfonía; la palabra brota también del silencio. Sentido y ausencia de sentido tienen una raíz común, comparten un mismo origen.
3. Aquello que, por oposición, llamamos nada, aquello que por oposición llamamos ausencia de sentido dado que de la nada poco se puede decir si no es desde el lenguaje -esto es, acercándonos a las fronteras del lenguaje y asomándonos, como si ese silencio que nos cerca fuera un abismo que nos envuelve-, no carece de sentido sino que es la totalidad del sentido. Es del silencio de donde brota la palabra cargada de significado; pero ese significado se pierde, debido al trato con ella. La imagen se convierte en signo y olvida su significado original, la ausencia que la soporta.
4. El psicoanálisis parte de la misma premisa que la metafísica heideggeriana. Aquello ahí que, abismal, se revela como el último horizonte está cargado de sentido, solo que no podemos aprehenderlo.
4.1 Respecto al psicoanálisis, lo que viene a decir es: el inconsciente es sentido en sí mismo porque de ese abismo es de donde nacemos nosotros; si nuestra mente, en un nivel profundo, está articulada por la lógica, si hemos aprendido a hablar, entonces nuestro inconsciente debe regirse por la misma lógica que parece que reconozcamos -como dijo Platón: si reconocemos ideas es porque, en última instancia, ya estaban ahí, sólo las develamos, las iluminamos. Si no se partiera de esta premisa, el psicoanálisis sería un campo yermo y absurdo que carecería de interés incluso para aquellos que no son psicoanalistas.
4.2 Respecto a Heidegger, su metáfora de la lichtung es muy iluminadora: nuestro pensamiento es una luz que ilumina ideas como la linterna de quien avanza, de noche, entre los árboles de un bosque. El bosque es cognoscible, aunque desconocido, pero no es en modo alguno incognoscible. El único problema es que sólo tenemos una linterna; no hay manera de iluminar el bosque entero.
5. Nuestras vidas se dan sobre el silencio. En otras palabras, se podría decir que somos una luz que titila sobre el fondo de un abismo. O bien, en nietzscheano: la vida es el camino del funambulista por un cuerda floja que cuelga sobre el abismo. (Y esta metáfora es fecunda: mirar hacia el abismo, es decir, mirarnos profundamente, descubrir qué es nuestra vida en realidad, reflexionar, implica perder el equilibrio, volvernos incompetentes e incapaces de actuar -Hamlet es un buen ejemplo de esto-).
5.1 Si nuestra vida se da sobre el fondo del no-ser, entonces nuestra vida se revela como sagrada, como intocable. Es algo parecido a las piedras preciosas, o a los días de vida que le quedan a quien sabe que dentro de dos semanas morirá de cáncer. La vida se revela como un milagro, como algo que no se puede dejar perder, como algo que no puede abandonarse ni malgastar...
5.2 Por otro lado, somos una luz que titila sobre un abismo, pero lo que nos sostiene a nosotros también es un gran silencio. Si nuestra mente es abismal entonces aquello que hay al fondo no es más que el no-ser.
5.3 En tercer lugar, no somos más que cosas que piensan que han sido arrojadas al mundo por error dentro de un cuerpo que no eligieron. No importa si Dios existe o no: estamos solos. Nuestra soledad es radical porque nuestra raíz está fuera del mundo. Mirar en los ojos del otro es ver su indigencia, esa soledad que le constituye, ese no-ser que le sostiene.
5.3.1 Hay dos tipos de abrazos. El que nace de la reacción y el que nace de ver la indigencia en el otro, de ver al otro como una luz que titila sobre el fondo del abismo. El primero es una reminiscencia animal; hormonas. El segundo es el gesto más radicalmente humano que puede hacerse. No me dejes, en la segunda situación significaría: me das la vida; no me abandones aquí, solo.
6. Si nuestras vidas se dan sobre el silencio y el silencio es la última frontera esto significa que, de hecho, hemos sido arrancados de ese no-ser. Podemos explicar tranquilamente que engendrar un hijo no es otra cosa que un proceso de multiplicación de células, etc. pero hay más verdad si decimos que engendrar un hijo es generar una luz que titila sobre el abismo. Arrancar esa vida del vacío.
6.1 Por otro lado, considerando que la vida, en última instancia, es una trampa, ¿quién querría engendrar un hijo?
6.2 La vida es una trampa, hemos sido arrojados a ella. Pero esa cara terrible de la vida tiene una cruz, y es la fascinación que ejerce sobre nosotros lo que, en cierto modo nos supera.
7. Los cantos de Maldoror fueron el primer intento de expresar la íntima relación que había entre aquello terrible e insoportable -terriblemente insoportable, insoportablemente terrible- y aquello fascinante. Pizarnik cogió esos cantos, los fundió y con su esencia redactó una serie de relatos fascinantes sobre las torturas de Erszebeth Bathory. La terribilitá que tiñe los hechos es indisociable de la fascinación que ejercen sobre nosotros.
7.1 Todo hecho es un hecho del lenguaje, dice Wittgenstein. Luego no son los hechos los que ejercen fascinación sobre nosotros, es el lenguaje mismo el que nos arrastra hasta las fronteras de lo inmoral e incluso más allá, hasta los lugares que no deben ser vistos.
7.2 A propósito de la relación entre fondo y forma es interesante hacer mención al modo en que Jakobson define la poesía: nace de la relación entre léxico y sonido. La poesía, que brota del silencio en la medida en que las palabras que la constituyen brotan de ese último horizonte, se acerca a él convirtiendo las palabras en objetos abstractos en el espacio -en palabras de Gimferrer a propósito de Rimbaud- sin olvidar su carga léxica.
7.2.1 Los hipérbatons de Góngora en sus soledades son un ejemplo perfecto del intento de devolver el sentido a las palabras a la vez que se las considera en su plano fónico.
No bien pues de su luz los horizontes,
que hacían desigual, confusamente,
montes de agua y piélagos de montes,
desdorados los siente,
7.2.2. La fusión entre belleza y terribilitá a la vez que entre el plano léxico y el fónico es conseguida de un modo perfecto en un fragmento de un poema de Pizarnik: Exilio
ángeles bellos como cuchillos
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.
A propósito de este poema, nótese:
1. bellos- cuchillos; belleza y terribilitá unidos mediante una comparación y una aliteración
2. ángeles - se elevan -> noche - devastan-> esperanza. Aliteraciones de nuevo a la vez que paralelismos. La fusión es perfecta
8. .......?
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.
A propósito de este poema, nótese:
1. bellos- cuchillos; belleza y terribilitá unidos mediante una comparación y una aliteración
2. ángeles - se elevan -> noche - devastan-> esperanza. Aliteraciones de nuevo a la vez que paralelismos. La fusión es perfecta
8. .......?
3. Curioso. ¿No crees que necesitamos el símbolo, creado por convención? Quiero decir, para aproximarnos al sentido último, o radical, como quieras, de las cosas. En este aspecto el lenguaje no es sino una herramienta para la aprehensión del no-ser/sentido (¿no?)
ResponderEliminar6.1 Yo no, desde luego. Por mucha luz en la oscuridad encima del abismo que vayan a ser.
Y, en general: parece lógico afirmar que sí, que claro, que de algún lado -que es el silencio o el no ser o la nada- tiene que salir el sonido y el ser y el todo.
3. No creo que el lenguaje sea una herramienta para la aprehensión del no-ser. De hecho, el lenguaje se revela incapaz de aprehenderlo... Creo que si el silencio fuera un símbolo con el que tratar, un símbolo que pudiéramos aprehender mediante el lenguaje, ese símbolo estaría vacío: el silencio, el no-ser, se re-vela como aquello necesariamente inaprehensible.
ResponderEliminarEn este sentido, la idea de Dios y la del no-ser tienen puntos de contacto; la metafísica podría definirse un poco como la teología negativa: todo lo que podemos decir de aquello que se manifiesta ahí en última instancia es "qué no es".
Si el no-ser -si el ser- fuera un símbolo creado por convención y no aquella ausencia que rodea el lenguaje podríamos decir "el carácter del no-ser es Y"; "el carácter del ser es X".
Respecto al lenguaje como herramienta, yo creo que el lenguaje es más una condición: no podemos escapar de él. El mundo a nuestra alrededor es un mundo de significados, un mundo de símbolos. Habitamos el mundo desde el lenguaje. Por esto es posible decir: aquello que sostiene el mundo es un gran silencio -es una gran ausencia, es el no-ser- como decimos que aquello que sostiene el lenguaje es el silencio.
Claro; no creo que ninguna herramienta sea capaz de aprehender el no-ser. Pero sí creo que el hombre, por su naturaleza curiosa y preguntante (?) tiene necesidad de respuestas. Aunque sepamos que es imposible llegar al fondo del asunto, seguimos intentando acercarnos lo más posible. En este sentido me planteaba yo si el lenguaje está ahí para hacer frente a la inmensidad del todo-nada (binomio irrompible, creo).
ResponderEliminarPero vamos, sólo especulo, es algo así como "lenguaje como fenómeno social", no sé, no me hagas mucho caso tampoco.
Cito a Pizarnik (que me ha recordado a esto mientras la leía esta mañana):
Aún muerta me hundirían en la Gran Nada y no en la humilde ausencia de Alejandra.
Pd. Puta Pizarnik. Sus diarios son como una ensayística universal; y es tan sutil que sólo te das cuenta de que habla de todo cuando ya ha pasado.
Sus diarios... Esa frase está en los diarios?
ResponderEliminarAún muerta me hundirían en la Gran Nada y no en la humilde ausencia de Alejandra.
Igual tengo que plantearme leerlos...
Son adictivos, M., te lo digo. Es como la gestación y el alumbramiento de un suicidio desde la primera página. No sé describirte la sensación, pero igual la entiendes.
ResponderEliminar¿Por qué hablar del no-ser presocrático y mezclarlo con la idea de Platón de que el sol es el bien? Quiero decir, el que formuló "el ser es y el no-ser no es" fue Parménides, presocrático, pero realmente la idea que plasmaba en el Proemio era la contraria:
ResponderEliminar"La diosa me acogió con afecto y tomando mi diestra en la suya se dirigó a mi y me habló de esta manera:
Oh, joven, compañero de inmortales aurigas, tú que con las yeguas que te llevan alcanzas hasta nuestra casa, ¡salud! pues no es unam hado el que te ha inducido a seguir este camino -que está, por cierto, fuera del transitar de los hombres-[...]"
La diosa es la Noche, es decir, la oscuridad. Parménides dice que la verdad no se encuentra en la luz, sino en la oscuridad. Con lo cual, la idea que plasma es exactamente la contraria a Platón, que hablaba del Sol (la luz) como la verdad.
(De no decirlo me habría vuelto loca, ¿vale? x-D)
Por cierto, la idea de que somos arrojados al mundo -etapa de la modernidad: Escuela de Frankfurt- es tan cierta...
M, tú y yo vamos a tener grandes batallas dialécticas -o con globos de agua si lo prefieres- en cuanto empiece a dar filosofía del lenguaje. Prepárate. xD
oh oh oh, me muero de ganas de que tengamos esas batallas dialécticas con globos de agua :D
ResponderEliminarY ahora, vamos a ello...
No estoy mezclando términos, de ningún modo. Lo que trato de sacar a la luz es que, en última instancia, la idea original, esa idea que ilumina todas las demás, paradójicamente, yace en la oscuridad y, posiblemente, más allá de los límites del lenguaje.
Lo que hay, en última instancia, es [i]un silencio de muerte[/i]. Y es sobre ese silencio que puede articularse el lenguaje -es sobre ese silencio que vivimos en tanto que no somos más que discurso-.
No creo que Parménides y Platón estén en orillas diferentes, sino que dicen lo mismo de modos distintos. Así como Heráclito parece que esté en la otra orilla de Parménides cuando dice que aquello que debe ser es lo que nunca acaba de ser -es decir, que el ser es, paradójicamente, no-ser.
Parménides lo que dice, por lo que he entendido, es: la verdad no se identifica con la luz sino con la oscuridad. En otras palabras, la idea última -la idea que sostiene el mundo- es inaprehensible, está más allá de las fronteras del sentido.
Platón lo que dice es que la idea última es la que lo ilumina todo: es bajo la luz de la idea última que podemos ver las formas de todas las ideas que articulamos en nuestro discurso. Pero esa idea última permanece, en ambos casos más allá; en el primer caso, yace oculta en la oscuridad, en la otra orilla del sentido -y, sin embargo, íntimamente relacionada con la palabra-; en el segundo caso, paradójicamente, la idea última permanece oculta porque ilumina.
Creo que para ver la paradoja en el mito de la caverna es interesante echar mano del mito de Ícaro. Quien se acerca demasiado al sol, quien se acerca demasiado a la luz de esta idea última que ilumina el mundo, cae irremediablemente. La cuestión es que es imposible acercarse a la idea última en ambas concepciones...
No sé si era esto lo que me decías o se me ha ido un poco la olla o si no he terminado de explicarme, pero bueno.
Ya, si entiendo lo que dices, lo que pasa es que quería hacer la aclaración. Parménides es un filósofo muy (MUY) mal leído y malinterpretado, por eso lo decía. También lo del ser y no-ser, que en realidad no habla del ser humano sino del objeto de estudio en la realidad.
ResponderEliminarSi te interesa la presocracia y te sobra dinero (libros caros ftw xD) léete, de Kirk & Raven: Los Filósofos Presocráticos. O mejor bájatelo. Yo lo tengo descargado. Es un poco coñazo de leer en el pc, pero mola un pasote.
Y globos de aaagua.
Tengo que pasar por allí, jo.